Sin tiempo: Oil crash
>> 18/4/11
Por activa y por pasiva los científicos nos llevan avisando desde hace muchos años que nuestro modelo de vida es insostenible y aunque nuestro sentido común nos advierte de la insensatez de mantenernos en un modelo de crecimiento infinito, llevamos demasiado tiempo dejándonos arrastrar, atrapados en hipotecas que nos atan para toda la vida, en una obsolescencia programada para forzarnos a consumir si o si y finalmente mediatizados por unos medios de comunicación condicionados al servicio del consumo.
Estamos inmersos en una crisis económica de alcance global y la propuesta oficial es neoliberalismo salvaje, poner a la venta los servicios básicos de la sociedad, privatizar los estados y esperar. Si, esperar. Trabajar mas y cobrar menos, entregarlo todo para que los mercados ¡confíen! y que surja un milagro que permita seguir con el crecimiento infinito. A veces me pregunto como se puede comulgar con semejantes ruedas de molino.
En junio de 2010, Gaspar Llamazares realizó una pregunta al gobierno sobre el cénit de la producción mundial de petróleo y el escándalo de los confidentes de la Agencia Internacional de la Energía. La respuesta es cualquier cosa menos satisfactoria, pero resulta mas preocupante si cabe, su llamada a la prudencia para evitar alarmas públicas innecesarias. Desde el gobierno se espera por tanto que sean los mercados y no la población quien decida su propio futuro tomando conciencia sobre la contingencias que les depara el futuro inmediato.
El llamado crash oil provocará un colapso generalizado de nuestra sociedad, algo que en buena medida ya está ocurriendo. Pienso que la población sí debería estar informada de aquello a que nos enfrentamos, porque la confianza, aunque sea la de los sacrosantos mercados, no produce energía, no hace brotar petróleo de la tierra. Son las grandes corporaciones las que están jugando a esquilmar a la población, antes de retirarse con los bolsillos llenos y dejarnos con nuestra confianza en los mercados enfrentados al colapso. El lema "privatizar ganancias y socializar pérdidas" no es mas que una adaptación de "toma el dinero y corre" y una burda estafa. Recomiendo descargar esta presentación sobre oil crash, donde Antonio Turiel, doctor en Física Teórica por la UAM (1998) y científico titular en el Institut de Ciències del Mar del CSIC, nos hace una excelente exposición del problema.
Son necesarias muchas cualidades en el ser humano para afrontar el colapso. Creo que una de las mas importantes es disponer de una visión sistémica que nos sirva para discernir la dirección en la que QUEREMOS ir y congeniarla con la dirección en la que PODEMOS ir.
En términos de crecimiento económico solo tenemos tres posibilidades:
Seguir creciendo: Descartado. Existe un número cada vez mayor de países que han sobrepasado su particular pico del petróleo, entre ellos Estados Unidos, que tuvo su cenit hace mas de 30 años. Pero ha seguido creciendo con el petróleo de otros.
Estado estacionario (que nos dejen como estamos): El peak-oil, el pico de otras materias primas, degradación medioambiental, etc impiden mantener el actual ritmo de vida.
Decrecer: Si o si. Pienso que decrecer no es una opción, es una consecuencia inevitable, en la que ya estamos inmersos. Pero las políticas que se están planteando no van encaminadas a permitir la transición al conjunto de la población sino a la "salvación" de una elite: aquella con mayor responsabilidad en la tragedia.
En realidad solo podemos elegir, con un margen cada vez mas escaso, como decrecer. También podríamos tener cierta capacidad de maniobra para diseñar un modelo estacionario que no implique la muerte termodinámica del sistema planetario, el colapso de la sociedad humana y el punto sin retorno del cambio climático.
Convendría recordar que somos seres vivos y como tales, tener en cuenta que la riqueza de este planeta es precisamente la vida, esa singularidad que permite la autoorganización de la materia en seres vivos tan complejos como el propio ser humano. Los movimientos de transición están en marcha pero el tiempo se agota, y en esta espera estéril perdemos la oportunidad de optar por un cambio menos traumático. El capitalismo y su crecimiento infinito son cadáveres que solo pueden ofrecernos corrupción.
14 comentaris:
Es la estación de llegada. Todos sabemos cuál es pero casi nadie quiere mirar. Excelente la presentación. Me ha hecho pensar que, si ese cambio inevitable del que muchos hablan, cambio estructural profundo, ha de llegar, será efectivamente de la mano de la escasez que se avecina. La crisis actual, pues, no es más que un aperitivo. Estas llamadas de atención son necesarias, Camino.
Eastriver, además de todo aquello que no queremos mirar, encontramos la dificultad de que las cosas cuya magnitud sobrepasa nuestras escalas son difíciles de ver. Es difícil para un árbol concebir lo que es un bosque, salvo desde una perspectiva casi mística, precisamente porque implica la trascendencia de la propia medida de las cosas. Quizá por eso sea mas fiable partir desde parámetros físicos y no desde los económicos, dada la característica especulativa de los mercados, para entender esta crisis sistémica.
Precisamente por eso podemos confundir la causa con el efecto y viceversa. Es evidente que esta crisis ha tenido unos desencadenantes visibles, pero las hipotecas subprime no bastan para explicar esta debacle mundial.
El poder económico se está convirtiendo en el poder único. Por otro lado mientras se libera de impuestos a las rentas mas altas, se sobrecarga a las mas bajas. El resultado lógico e inevitable es la concentración de poder en muy pocas manos. Se está desarmando así la capacidad de la población para gestionar una transición que tenga en cuenta su derecho a la existencia. Nos despertaremos cuando el hambre y la miseria nos sacudan, pero entonces quizás sea tarde para recurrir a la razón.
Estoy llegando a la conclusión de que la gente no quiere ver lo que no le apetece, porque información la hay y nombres de culpables también. El problema del crecimiento o el decrecimiento es que está planteado en términos capitalistas, se crece o se decrece en función del billete verde, del barril del petróleo y, cada vez más, del peso del trigo. ¿Es eso crecimiento y su contrario?
Todavía estamos en el aperitivo, como apunta East, la gente todavía tiene la opción de cambiar su modo de pensar y actuar libremente; tras la vernissage, veremos qué ocurre.
Buen tema!
Salud!
Ataulfa Braun, no hace mucho en una conversación particular intenté hacer notar la gravedad de la situación y las consecuencias para el futuro inmediato. La respuesta que obtuve fue que cuando llegara el momento ya se preocuparían.
Conducimos nuestras vidas como quien conduce mirando al capó del vehículo.
Y cuando llega el momento del choque nos detenemos a dirimir si es el muro quien se estrella contra nosotros o somos nosotros quienes nos estrellamos contra el muro.
Nuestra libertad se va adelgazando cuanto menos cosas nos resultan posibles y deberíamos pensar en "libertades" tan primarias como la libertad de comer o vivir.
Totalmente de acuerdo Camino, tú lo has dicho "la libertad de vivir".
Hace muchos años leí un libro clasificado como juvenil: Calidoscopi de l'aigua i del sol.
Un libro profético al estilo de los de Julio Verne pero sin final feliz. El colapso energético, la basura invadiendo mares y ríos, los espacios vírgenes perdidos, el cambio climático hacía aumentar el nivel del mar de manera que ciudades enteras quedaban bajo las aguas y el CAOS se apoderaba de los seres humanos que hacían de todo para sobrevivir.
Sin embargo hace un par de años asistí a una conferencia de un activista experto en ambientales que nos dijo que aún estábamos a tiempo.
La solución era el consumo responsable, el respeto escrupuloso por el medio ambiente y la potenciación y empleo de las energías alternativas: eólica, solar, geotérmica que son caras porque a las multinacionales petroleras les interesa que lo sean ya que si fueran baratas se les acabaría el negocio.
No he podido descargar la presentación mi ordenador se cuelga cada vez que quiero ver alguna.
Buen post aunque al leerlo a mi me ha embargado el desánimo. ¿Qué clase de sociedad, de planeta, de valores, vamos a legar a nuestros hijos y nietos?
Un abrazo.
Es que la mentalidad que prima es la del que venga detrás que arree.
Y no nos damos cuenta de que nosotros ya solos los de detrás.
Aunque fuese por mero egoísmo, por una mera estrategia de supervivencia, debiéramos hacer algo.
Pero todo está entrelazado y sin quitar al sistema que provoca este ritmo de vida no podemos cambiar todo esto. Y el sistema se defiende. Si se ha hecho ecologista y todo...
Saludos.
Perdón:
"nosotros ya SOMOS los de detrás".
@Antònia Pons Valldosera, creo que lo mejor y puede que una de las pocas cosas que podemos legar a nuestros descendientes es una lección bien aprendida: no podemos crecer infinitamente en un mundo finito. Es una cuestión de lógica elemental. El peak del petróleo no es el único que nos amenaza, agotamiento de recursos es una expresión plural y el problema con las renovables se encuentra con el agotamiento de las tierras raras para la fabricación de imanes permanentes en los aerogeneradores, o la insuficiencia de litio para las baterias de los coches eléctricos, por ejemplo.
En realidad, sería una suerte que este colapso nos librara del punto de no retorno en el cambio climático.
Puede que haya una salida pero no por el camino que llevamos. Estamos abocados a la autarquía y es el momento de saltar del tren aunque esté en marcha, buscar soluciones individuales, familiares, en grupos, barrios pueblos o ciudades. Se están pagando las pensiones con dinero prestado y con tiempo perdido. Lo primero que hemos de garantizarnos es el propio sustento. Ayer ya leí en "El País" que en Madrid ya se estaban alquilando huertos urbanos.
También queda prohibir las manifestaciones ateas y eliminar la libertad de pensamiento para no ofender los "sentimientos religiosos", pero yo no creo en los milagros. Pero no me molesta tanto vivir con muy poco, como vivir de nuevo el oscurantismo de la religión.
@Desclasado, estamos ante la crisis del egoísmo como modelo de motor económico. Si prescindimos de valoraciones morales, el problema del egoísmo es la estrechez de miras, es conducir un coche sin ver ni mirar mas allá del capó.
El problema de nuestros gobernantes es que se deben a sus votantes y temen que un discurso valiente y realista, no sería consentido por los grupos de poder y menos aún por los sacrosantos mercados. Así pues, necesitaríamos ante todo informar y concienciar a la población. Pero los medios de masas están supeditados a los comerciales y sus ingresos dependen fundamentalmente de la publicidad. Y ninguna marca comercial invertirá su dinero para desmantelarse a sí misma. Sería fundamental un consenso científico al que los gobernantes pudieran atenerse para justificar sus decisiones y un giro de 180º en sus políticas. Por ahora estas políticas no van encaminadas a establecer una transición lo menos traumática posible para toda la población, sino a la salvación de una élite económica. Deberíamos tomar ejemplo de las revueltas en los países árabes.
Si el problema no se identifica de forma clara como un colapso producido por el fin del petróleo barato y se acentúan las desigualdades, el conjunto de la población identificará el problema, y no le faltará razón, como un problema de injusticia social y comenzará una espiral de violencia generalizada.
La única alternativa al caos total y la desintegración de la sociedad moderna es el diseño de una nueva economía del estado estacionario. Con la optimización del flujo de la información y la minimización del flujo de materiales y de energía. Sería muy importante salvar internet y maximizar la liberación del máximo de conocimientos y de información, para mantener el flujo de información necesaria que permita un mínimo de estructuración social. La educación por ejemplo, podría maximizar rendimientos con la disponibilidad libre de conocimientos.
Creo, amigo Camino, que este mundo está montado desde el saprofitismo, desde vivir de la propia descomposición de la tierra, de la lenta agonía a que le hemos sometido. Los poderes económicos, desde su egoísmo miope, andan en esa dinámica, sabedores, tal vez, que al final vivirán unos pocos opulentamente en sus refugios artificiales, aunque sea apoyados por la cibernética y robótica, mientras los demás, la clase no pudiente o inútil para sus objetivos, se muere de sed, hambre y enfermedades. En el peor de los casos, para ellos, si la tierra no puede mantener el sistema de vida justo y adecuado para todos sus habitantes acabarán con ellos de una forma u otra hasta que queden los elegidos. Ese futuro puede y debe ser evitable, pues la riqueza no está en las cosas sino en las mentes, en las ideas y las personas, que necesitan bien poco para subsistir, alimentarse y poder desarrollar sus capacidades intelectuales, que, al fin y al cabo, es lo que identifica el valor del ser humano.
Un saludo
La cuestión es que aunque ignoremos las reglas del juego, al final éstas se nos aplicarán igual, y sufriremos las consecuencias.
Antonio, creo que haces hincapié en algo fundamental, el problema del egoísmo no es tanto un problema moral como un problema de estrechez de miras, de incapacidad para percibir de un modo sistémico como nuestros actos pueden perjudicar o beneficiar nuestros propios intereses.
Los poderes económicos están implicados en un cortoplacismo que a la larga implica su propia destrucción, de igual forma que un parásito puede morir si causa la muerte de su huésped. Ningún despliegue de poder puede contravenir esa lógica, porque todo el poder del parásito emerge de su víctima.
Como bien dices, ese futuro puede y debe ser evitado, valorando aquello que realmente puede hacernos mejores y en la búsqueda de ese objetivo vivir la vida con plenitud.
Un saludo
MrFogg, es así, hay cosas que no podemos cambiar, límites físicos que nos condicionan, pero a veces actuamos como moscas que atraídas por la luz se golpean una y otra vez contra el cristal.
Al menos tenemos la inteligencia, y eso debería bastar para corregir nuestros errores. Pero nos falta una inteligencia colectiva que nos lleve a comportarnos como especie consciente y dotada de razón.
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