¡Indignaos!

Tengo 42 años de edad. Nací en ese hermoso 1968 en el que bajo los adoquines estaba la playa y en el que estaba fresco, como puede advertirse en la imagen, el recuerdo del tiempo en el que era habitual una jornada laboral superior a las 40 horas semanales. Crecí, en una familia de clase trabajadora. He de decir que yo no pasé nunca ningún tipo de privaciones. Pero en honor a la verdad, he de decir que...bueno, en sus orígenes, mi familia provenía de algo situado más abajo que la clase trabajadora, de algo que con una certera capacidad descriptiva el viejo Don Carlos Marx calificaba de “lumpenproletariado”. Crecí como supongo que lo hicisteis todos vosotros, en el regazo cariñoso de padres y abuelos. Crecí con una oreja atenta (no hay nada más atento que un niño distraído, ...dicen) a esas historias que hablaban de miseria, de kilómetros y kilómetros recorridos para buscarse un futuro, de cartillas de racionamiento, de jornadas laborales extenuantes, de salarios de mierda que no daban más que para malcomer, de trajes que se llevaban puestos años y años, iban al sastre, y este profesional les daba la vuelta para seguir siendo usados por la otra cara- años y años. De zapatos que iban en busca de tapas y medias-suelas al zapatero remendón. ( bien es cierto que el zapato como objeto apareció bien tarde en la vida de mis padres y abuelos...ellos fueron más de alpargata...ellos vienen de una época en la que entre la alpargata y el zapato existía una zanja social de muchos metros de longitud, muy difícil de saltar, incluso tomando impulso). Crecí en una casa con sofás y televisión. A diferencia de unos antepasados que solo tenían incómodas sillas de anea…quizás por eso pasaban mucho más tiempo en la calle. Crecí mimado y malcriado, en un entorno en el que nunca me faltó de nada …pero oyendo a mis antepasados relatar historias, historias de bombardeos diarios, en los que mi bisabuelo llevaba a ese bebé de semanas que era mi madre diariamente en un capazo de paja hasta el túnel del metro que garantizaba su inmediata supervivencia…hasta el día siguiente…y vuelta a empezar. Mi madre tuvo la mala fortuna de nacer en ese año 1937 en el que determinadas potencias internacionales decidieron practicar experimentos de I+ D militar sufragados por la Banca March, el gobierno provisional de Burgos y otros sponsors ibéricos.

Hoy mido 20 cms más y peso 15 kilos más que mi padre medía y pesaba a mi edad, por la simple razón de que por encima de mí no pasaron una guerra y una posguerra como apisonadoras. Mi metabolismo ha tenido acceso a muchas proteínas y desconozco-fuera de esas referencias de la mitología familiar-lo que son unas “farinetes” o las algarrobas entendidas como alimento para el ser humano. Cuando cumplí 18 años pude acceder sin demasiados problemas económicos a una formación universitaria. Yo, ….el bisnieto de un aparcero agrícola que empezó a trabajar duramente a los siete años, el nieto de un instalador electricista que empezó a trabajar a los diez años, el hijo de un contable que empezó a trabajar de botones a los catorce años, pude licenciarme en derecho a los 22 años sin saber que cojones era eso de cotizar a la seguridad social ni oír la bronca de un jefe que quería la faena de hoy hecha para ayer. Cotizar a la seguridad social…coño!…que gran invento. La certeza de que una parte de tu salario iba directo a un fondo de garantía para asistencia médica GRATUITA, invalidez, desempleo, muerte, viudedad. La certeza de que a los 65 años tendrías un retiro justo. Pertenezco a una generación en la que muchísimos de sus individuos creen que la jornada de ocho horas diarias, las vacaciones pagadas, o el subsidio de desempleo son eternos como el sol y la luna…estaban allí de toda la vida… como las piedras, el mar o los árboles. Pues no, capullos. Esos regalos son herencia del abuelo. Y están pagados con sangre de gente. Nacisteis, como yo, en una época de guerra fría. En una época en la que existía la amenaza roja. El terrible telón de acero, el bloque del este ….dictatorial e inhumano. Y mientras tanto, en toda la Europa occidental una izquierda activa y fuerte…en algunos países izquierda legal aunque -casi nunca- rascó poder…en otros, como el nuestro, en la clandestinidad, reprimida, encarcelada y perseguida…pero, en cualquier caso, muchísimo más viva de lo que lo está hoy. Enseñando los dientes. Amenazando. Y a la sombra de esa amenaza nació y creció la Europa de los derechos sociales de la posguerra. La que hoy, sin enemigo a la vista, se desmorona. Vamos a darle algo a esta gente no vaya a ser que nos líen una revolución…pensaron algunos.

Y hoy, los sobrealimentados hijos y nietos de los luchadores de antaño ven como les comen la tostada. Y tan tranquilos…Los sobrealimentados hijos y nietos de los que lucharon contra el analfabetismo están demasiado preocupados por las aventuras y desventuras de Belén Esteban como para mover sus gorditos culos del sofá. Dicen que un pueblo sin alfabetizar es mucho más manipulable...pues no sé, francamente, creo que tengo mis dudas. O es que quizás el analfabetismo funcional es mucho más letal que el analfabetismo real.

En homenaje a todos aquellos antepasados, a mi bisabuelo analfabeto, a mi abuelo que se consideraba un privilegiado por no serlo y que quemó su vista leyendo aunque careciera de otras cosas, ...en su memoria, he leído de un tirón el breve librito de este señor de su generación. que lleva en los pliegues la memoria de mucho sufrimiento. Os ruego encarecidamente que le echéis un vistazo al link. Salud, Paz, Amor y justa Indignación para todos, amigos.