Un año de noches buenas

Si esta entrada hubiera salido el 21, como decía el calendario propuesto por nuestro impecable organizador, hubiera sido distinta. Porque además del invierno, con el 21 llegaba el primer aniversario de esta casa.

En este año, y alrededor de este grito que pretende ser común pero con tantas voces como haga falta para componer una enorme sinfonía, se han reunido personalidades de incuestionable valor. Son tantas las cosas que se han dicho, las verdades que se han desnudado, que a poco que tuviéramos también un lobo espía, nos andarían inventando falsas acusaciones de violaciones consentidas, con la misma frivolidad que pesa sobre las entrañas cuando se hace mal uso de algo tan tremendo.

Si hubiera salido el 21, como estaba previsto, esta entrada se hubiera referido al boicot al consumo que se había urdido como respuesta implacable e inequívoca para esas fechas. Se hubiera referido, sin duda, a la dictadura de las grandes economías de la que hablaba Eastriver hace bien poco, e incluso hubiera apuntado la posibilidad de que esto fuera ya la hecatombe con la que contestaba Txema, el desastre que bombea ya en yugulares hermanas.

 

Hubiera dicho entonces que no debemos olvidar que ellos son nuestros dictadores... siempre y cuando olvidemos que el poder es nuestro. Mientras nos dispersemos por todo lo que nos separa en lugar de aglutinarnos por lo que nos une. Mientras toleremos las subidas de sus apuestas sin torcer apenas el gesto.

 

Se decía también hace muy poco que había que actuar. Y eso, ya sabemos, sólo eso, es lo que nos mantiene del lado de los perdedores, del lado incluso de los que tienen suficiente desencanto como para tirar la toalla o para desertar de cualquier intento. Y eso es lo que pasa a nuestro alrededor: porque a los controladores aéreos se les podrá criticar –o no– sus privilegios, puestos ahí por los mismos gobiernos y oposiciones que ahora se echan las manos a la cabeza, pero al menos son los que han tenido las narices para ponerse de acuerdo en todas partes y plantarse. “Por aquí no”, han dicho, y han conseguido que para cambiar de rumbo haga falta sacar los ejércitos a la calle. Ellos son unos pocos. A los demás, todos, con la fuerza que nos da una razón incuestionable, una vez plantados, no habría ejército bastante con qué detenernos. De ser 21 diría, pues, que sin nuestro consumo ellos no son nada; si cortamos los hilos que nos manejan, los que se detienen son ellos.

Pero como esto, finalmente, sale unos días más tarde, me pongo la voz aulladora esta vez para desearos a todos, y en nombre de toda la manada, unas Felices Fiestas. Unas Fiestas en las que cada uno, según su credo y sus posibilidades, lo pueda pasar lo mejor posible con las personas que más quiere. No os deseo grandes juergas de excesos y borrachera. Ni grandes jornadas en honor del consumo. Ni tan sólo demasiadas luces con las que seguir castigando al planeta en versión multicolor. No os deseo visitas de orondos barbudos vestidos de Coca-Cola, ni que se os acerquen demasiado aquellos monarcas ataviados con opulencia y desfachatez. No os deseo de ningún modo colecciones de regalos inutilizables, ni que se nos inunden las ciudades de cadáveres con forma de abeto. Por no hablar de que en estos días, muchas veces la pobreza abre más grandes sus fauces, y la soledad abraza con más ahínco.

Busca las siete diferencias

Pero sí me gustaría que fuerais razonablemente felices con todo el resto de cosas que pueden traer estas fechas, y que aprovecharais para hacer cosas que os gusten: ver a aquellos familiares que se ven siempre demasiado poco, aprovechar la excusa para brindar con amigos; puede que viajar; quizás contagiarse con la alegría de los pequeños de casa, levantarse tarde o concederle una tregua al colesterol. Ojalá estos días os traigan muchas cosas hermosas, recuerdos bonitos y encuentros entrañables.

Esta manada, que desde el 21 es un bebé ya de un año y, como la mayoría a esa edad, empieza ya a caminar con firmeza, te desea lo mejor para estos días.

Feliz Navidad.

Y este pedazo de la manada, que ha visto ya tanto desastre colectivo que no puede dejar de creer que Grito es un pequeño milagro, quiere dar las gracias a todos los compañeros que han hecho posible que hayamos llegado hasta aquí, ya sea aullando, comentando o "sólo" leyendo / oyendo, porque sólo así seremos más fuertes.

Feliz resto del camino.
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(no quiero repetirme, pero parafraseando a los religiosos, ya que han hecho suya la Navidad, es realmente justo y necesario agradecerle públicamente a Ramon su enorme labor y entrega a la causa, sin las que no hubiera sido posible la supervivencia del blog. Gràcies, amic)