Desde la ética laica, Dios sería laico…
>> 12/11/10
Desde mi agnosticismo, entiendo que Dios, de existir, no crea ninguna religión; en todo caso, dota al hombre del intelecto para gestionar principios y valores, con los que le adorna, que le permitan su supervivencia y desarrollo en un marco social determinado, creado y gestionado por el propio sujeto. Estos principios y valores son las motivaciones básicas que hacen que éste actúe enfocando sus conductas hacia la conservación y desarrollo del grupo y de la especie. La ética y moral de cada pueblo se forja con el tiempo, pero siempre marcada por la convivencia y los sistemas de relación y principios que se han ido fraguando y consolidando. Depende, pues, de los intereses del grupo que ostenta el poder, puesto que ellos establecen las reglas y forma de coexistencia en función de sus propios beneficios.
En un principio, el hombre, que no comprende la magia de la creación, piensa que debe existir un ser superior, omnipotente, que lo ha creado todo; o dioses para cada uno de los eventos enigmáticos que observa (lluvia, viento, fuego, sol, etc.). Con el tiempo fue consolidándose el convencimiento de la interrelación entre todos los elementos de la vida y la naturaleza, una visión holística o totalizadora, que le permitió asignar la creación a una sola divinidad (de aquí el monoteísmo). Al mismo tiempo, los ostentadores del poder, siempre con mayor inteligencia y osadía que el resto de su entorno social, debieron pensar que si contaban con el apoyo de ese Ser Superior, podían ejercer el poder de forma incuestionable. De aquí aparece la idea de encarnación de los dioses en los mandatarios (faraones, emperadores, etc.) o, en su defecto, nombrados “por la gracia de Dios”, que ha perdurado hasta hace bien poco para justificar al caudillo.
Es evidente que el poderoso se percata de que, a través de los principios éticos y morales, puede imponer una serie de conductas que le perpetúen en el poder y que, a su vez, vertebren una estructura social. Para ello debe contar con la autoridad y el conocimiento; o sea, el dominio y el saber. El dominio se lo dará la delegación divina y en último caso las armas, mientras que el saber lo controlará mediante el grupo de servidores que gestionarán la desinformación y desorientación del pueblo, conformando súbditos sumisos y obedientes que tendrán su premio en otra vida. Aparece, pues, la religión como un elemento de estructuración social, con principios y valores manipulados para perpetuar la situación y mantener el equilibrio y la convivencia en función de los intereses de la clase dirigente. Los grandes imperios se fraguaron en nombre de Dios y la religión. Mientras tanto, la religiosidad o necesidad de entender la vida espiritual como algo personal desaparece e, incluso, se persigue como herejía. Se entiende como un “no sometimiento” a esos valores que dan el poder, por lo que se han de eliminar los sujetos insumisos que cuestionan el sistema. Por tanto, cualquier desviación de los principios religiosos establecidos será peligrosa, se identificará con el demonio y la maldad, a la vez que se perseguirá y eliminará mediante todos los medios al alcance de la autoridad.
Por otro lado, aquellos principios que puedan ser cuestionables se ampararán en el dogma de la fe, dejando “fuera de servicio” el razonamiento personal o discernimiento y el libre albedrío. Todo esto crea verdaderos conflictos internos al sujeto, pues esa disonancia cognitiva entre lo que le dicen que es bueno y lo que cree como bueno, no es soportable, llevándole, en último caso, a la alienación. Su espiritualidad queda secuestrada hasta tal punto que, el poder religioso, se arroga la facultad de perdonarle sus errores mediante alguna contribución o penitencia. Esto permite un mayor control de sus actos y pensamientos por parte del sistema.
Mientras tanto, suponiendo que Dios nos creara, que ya es mucho suponer, lo hizo en un mundo diverso, facilitándonos el entorno donde, mediante la interacción, fuéramos creciendo. Nos dotó de principios y valores universales para que, en la convivencia diaria, nos entendiéramos y relacionáramos para hacer un mundo mejor e igualitario. Nos dio libertad para pensar y actuar buscando la forma de desarrollarnos, crecer en sabiduría mediante el afrontamiento de circunstancias y situaciones estimulantes. No nos habló de religiones, puesto que nos habla a través de la naturaleza y del análisis de nuestros propios hechos, mediante la razón con la que nos dota. Sabemos y debemos discernir entre lo bueno y lo malo como sujetos libres e independientes. Somos conscientes de que nuestra supervivencia depende de nuestro entendimiento y buena voluntad, que la diversidad es enriquecedora y la imposición es castrante. La convivencia es un problema de actitud, de receptividad y apertura, de tolerancia y respeto, cuyo objetivo es desarrollar esos principios y valores innatos en el ser humano, donde se dan la mano la bonhomía y la interacción social con el fin último de perfeccionarnos.
De habernos creado Dios a su imagen y semejanza ¿por qué tenemos miedo de los otros? Si en cada uno de nosotros hay una proyección divina, lo lógico es que busquemos en los demás el complemento para datarnos de la totalidad del Ser Superior, para enriquecernos. Ser gregario y sectario excluyente es apartarse del principio de desarrollo personal que ese Dios nos ha impuesto como objetivo. Por lo cual, debemos aproximarnos a otras formas de espiritualidad, evitando la religiosidad férrea, integrista, y saludando la diversidad para sacar cada uno sus propias conclusiones, por las que deberá, de existir Dios, dar las explicaciones oportunas en su juicio final. Podemos concluir que la forma de vivir la espiritualidad es personal y la religión estructurada es impositiva y se contrapone al espíritu de la propia creación.
El marco de desarrollo de estas posiciones, creencias, convicciones y principios, solo se puede dar en un estado de derecho donde se respete y desarrolle la diversidad y la individualidad integradora. Donde la religión sea vivida como algo personal, basada en la espiritualidad. Este marco solo lo da el laicismo, entendido como: “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa”. Lo complejo es establecer el proceso para laicizar la sociedad, puesto que implica el desmontar poderes y prebendas establecidos a lo largo de la historia y crear nuevas estructuras donde cada uno esté donde debe estar, sin interferir en el desarrollo de la diversidad constructiva.
Por tanto, al Cesar lo que del Cesar… El Estado no gobierna para una sola religión, sino para toda una sociedad diversa y rica. La estructura social y las leyes que la sustentan deben garantizar el libre ejercicio de la libertad, el discernimiento y albedrío de la gente en un marco de convivencia pacífico de desarrollo personal íntegro. Eso es lo que entiendo yo que quiere Dios, de existir, porque todo lo ha creado enfocado para ello. La excelencia del ser humano de forma individual, cultivando los valores a que ya me he referido, engrandece al conjunto de la humanidad y por ende al propio Dios.
Lo que hay que cambiar es la idea de Dios, puesto que el concepto determinará la forma de actuar y, hasta ahora, esa idea que se nos ha transmitido en la mayoría de las religiones y civilizaciones, parece que no ayuda al entendimiento de los hombres y mujeres. Las religiones y los religiosos deberían replantearse su actuación en esta nueva sociedad globalizada, en la que las fronteras ideológicas no son posibles; donde el desarrollo del conocimiento y de la cultura de los pueblos es cada vez mayor y el individuo no es un instrumento, sino un sujeto pensante y rico, cargado de potencialidades, que debe hacer su mejor aportación al sistema desde su libertad y buen juicio, bajo el paraguas y respeto a unas normas universales de convivencia. Queridos amigos, pensad que Dios, de haber sido el creador del mundo, nos oferta el marco laico para entendernos en el mundo civil. Claro que, también, habría que recordar la propuesta de Nietzsche: “Dios no existe, lo que existe es la idea de Dios”. En nuestro caso las ideas de dioses a lo largo y ancho del mundo para fundamentar la espiritualidad del ser humano.
Evidentemente, como no creyente en ninguna religión, pero respetando las creencias de cada cual, entiendo que el marco laico es el único que garantiza el derecho a esas creencias y permite, a su vez, el lugar de encuentro, determinado por una ética laica basada en los derechos humanos, como ya he referido. Defiendo la laicidad como garante del ejercicio religioso en cada comunidad, sin prebendas ni ventajas para nadie, y dentro de la propia iglesia o comunidad creyente. Bajo mi punto de vista, sin entrar en la controversia laicismo vs laicidad, hay un pensamiento de aplicación universal que puede resumir la filosofía de la laicidad; me remontaré a más de 500 años antes de Cristo, -para que nadie se otorgue alegremente la sentencia citada- cuando Confucio establece su precepto JEN o la reciprocidad de conductas: "No trates a los demás en la forma en que no quisieras que los demás te trataran”. Parece ser que la mayoría de las religiones se anotan a este principio redactado de una u otra forma. Ya tenemos, pues, el valor común en una sociedad que, forzosamente, ha de ser plural y abocada al entendimiento, con las limitaciones o desviaciones que debieran controlarse, pues en esta filosofía un sadomasoquista, por ejemplo, encontraría una mina de oro. Si a ello sumamos la Declaración Universal de Derechos Humanos, como marco o ley universal de conductas, estaremos en el camino del entendimiento. Cada religión en su casa y la laicidad en la de todos. Al menso eso es lo que yo pienso…
En un principio, el hombre, que no comprende la magia de la creación, piensa que debe existir un ser superior, omnipotente, que lo ha creado todo; o dioses para cada uno de los eventos enigmáticos que observa (lluvia, viento, fuego, sol, etc.). Con el tiempo fue consolidándose el convencimiento de la interrelación entre todos los elementos de la vida y la naturaleza, una visión holística o totalizadora, que le permitió asignar la creación a una sola divinidad (de aquí el monoteísmo). Al mismo tiempo, los ostentadores del poder, siempre con mayor inteligencia y osadía que el resto de su entorno social, debieron pensar que si contaban con el apoyo de ese Ser Superior, podían ejercer el poder de forma incuestionable. De aquí aparece la idea de encarnación de los dioses en los mandatarios (faraones, emperadores, etc.) o, en su defecto, nombrados “por la gracia de Dios”, que ha perdurado hasta hace bien poco para justificar al caudillo.
Es evidente que el poderoso se percata de que, a través de los principios éticos y morales, puede imponer una serie de conductas que le perpetúen en el poder y que, a su vez, vertebren una estructura social. Para ello debe contar con la autoridad y el conocimiento; o sea, el dominio y el saber. El dominio se lo dará la delegación divina y en último caso las armas, mientras que el saber lo controlará mediante el grupo de servidores que gestionarán la desinformación y desorientación del pueblo, conformando súbditos sumisos y obedientes que tendrán su premio en otra vida. Aparece, pues, la religión como un elemento de estructuración social, con principios y valores manipulados para perpetuar la situación y mantener el equilibrio y la convivencia en función de los intereses de la clase dirigente. Los grandes imperios se fraguaron en nombre de Dios y la religión. Mientras tanto, la religiosidad o necesidad de entender la vida espiritual como algo personal desaparece e, incluso, se persigue como herejía. Se entiende como un “no sometimiento” a esos valores que dan el poder, por lo que se han de eliminar los sujetos insumisos que cuestionan el sistema. Por tanto, cualquier desviación de los principios religiosos establecidos será peligrosa, se identificará con el demonio y la maldad, a la vez que se perseguirá y eliminará mediante todos los medios al alcance de la autoridad.
Por otro lado, aquellos principios que puedan ser cuestionables se ampararán en el dogma de la fe, dejando “fuera de servicio” el razonamiento personal o discernimiento y el libre albedrío. Todo esto crea verdaderos conflictos internos al sujeto, pues esa disonancia cognitiva entre lo que le dicen que es bueno y lo que cree como bueno, no es soportable, llevándole, en último caso, a la alienación. Su espiritualidad queda secuestrada hasta tal punto que, el poder religioso, se arroga la facultad de perdonarle sus errores mediante alguna contribución o penitencia. Esto permite un mayor control de sus actos y pensamientos por parte del sistema.
Mientras tanto, suponiendo que Dios nos creara, que ya es mucho suponer, lo hizo en un mundo diverso, facilitándonos el entorno donde, mediante la interacción, fuéramos creciendo. Nos dotó de principios y valores universales para que, en la convivencia diaria, nos entendiéramos y relacionáramos para hacer un mundo mejor e igualitario. Nos dio libertad para pensar y actuar buscando la forma de desarrollarnos, crecer en sabiduría mediante el afrontamiento de circunstancias y situaciones estimulantes. No nos habló de religiones, puesto que nos habla a través de la naturaleza y del análisis de nuestros propios hechos, mediante la razón con la que nos dota. Sabemos y debemos discernir entre lo bueno y lo malo como sujetos libres e independientes. Somos conscientes de que nuestra supervivencia depende de nuestro entendimiento y buena voluntad, que la diversidad es enriquecedora y la imposición es castrante. La convivencia es un problema de actitud, de receptividad y apertura, de tolerancia y respeto, cuyo objetivo es desarrollar esos principios y valores innatos en el ser humano, donde se dan la mano la bonhomía y la interacción social con el fin último de perfeccionarnos.
De habernos creado Dios a su imagen y semejanza ¿por qué tenemos miedo de los otros? Si en cada uno de nosotros hay una proyección divina, lo lógico es que busquemos en los demás el complemento para datarnos de la totalidad del Ser Superior, para enriquecernos. Ser gregario y sectario excluyente es apartarse del principio de desarrollo personal que ese Dios nos ha impuesto como objetivo. Por lo cual, debemos aproximarnos a otras formas de espiritualidad, evitando la religiosidad férrea, integrista, y saludando la diversidad para sacar cada uno sus propias conclusiones, por las que deberá, de existir Dios, dar las explicaciones oportunas en su juicio final. Podemos concluir que la forma de vivir la espiritualidad es personal y la religión estructurada es impositiva y se contrapone al espíritu de la propia creación.
El marco de desarrollo de estas posiciones, creencias, convicciones y principios, solo se puede dar en un estado de derecho donde se respete y desarrolle la diversidad y la individualidad integradora. Donde la religión sea vivida como algo personal, basada en la espiritualidad. Este marco solo lo da el laicismo, entendido como: “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa”. Lo complejo es establecer el proceso para laicizar la sociedad, puesto que implica el desmontar poderes y prebendas establecidos a lo largo de la historia y crear nuevas estructuras donde cada uno esté donde debe estar, sin interferir en el desarrollo de la diversidad constructiva.
Por tanto, al Cesar lo que del Cesar… El Estado no gobierna para una sola religión, sino para toda una sociedad diversa y rica. La estructura social y las leyes que la sustentan deben garantizar el libre ejercicio de la libertad, el discernimiento y albedrío de la gente en un marco de convivencia pacífico de desarrollo personal íntegro. Eso es lo que entiendo yo que quiere Dios, de existir, porque todo lo ha creado enfocado para ello. La excelencia del ser humano de forma individual, cultivando los valores a que ya me he referido, engrandece al conjunto de la humanidad y por ende al propio Dios.
Lo que hay que cambiar es la idea de Dios, puesto que el concepto determinará la forma de actuar y, hasta ahora, esa idea que se nos ha transmitido en la mayoría de las religiones y civilizaciones, parece que no ayuda al entendimiento de los hombres y mujeres. Las religiones y los religiosos deberían replantearse su actuación en esta nueva sociedad globalizada, en la que las fronteras ideológicas no son posibles; donde el desarrollo del conocimiento y de la cultura de los pueblos es cada vez mayor y el individuo no es un instrumento, sino un sujeto pensante y rico, cargado de potencialidades, que debe hacer su mejor aportación al sistema desde su libertad y buen juicio, bajo el paraguas y respeto a unas normas universales de convivencia. Queridos amigos, pensad que Dios, de haber sido el creador del mundo, nos oferta el marco laico para entendernos en el mundo civil. Claro que, también, habría que recordar la propuesta de Nietzsche: “Dios no existe, lo que existe es la idea de Dios”. En nuestro caso las ideas de dioses a lo largo y ancho del mundo para fundamentar la espiritualidad del ser humano.
Evidentemente, como no creyente en ninguna religión, pero respetando las creencias de cada cual, entiendo que el marco laico es el único que garantiza el derecho a esas creencias y permite, a su vez, el lugar de encuentro, determinado por una ética laica basada en los derechos humanos, como ya he referido. Defiendo la laicidad como garante del ejercicio religioso en cada comunidad, sin prebendas ni ventajas para nadie, y dentro de la propia iglesia o comunidad creyente. Bajo mi punto de vista, sin entrar en la controversia laicismo vs laicidad, hay un pensamiento de aplicación universal que puede resumir la filosofía de la laicidad; me remontaré a más de 500 años antes de Cristo, -para que nadie se otorgue alegremente la sentencia citada- cuando Confucio establece su precepto JEN o la reciprocidad de conductas: "No trates a los demás en la forma en que no quisieras que los demás te trataran”. Parece ser que la mayoría de las religiones se anotan a este principio redactado de una u otra forma. Ya tenemos, pues, el valor común en una sociedad que, forzosamente, ha de ser plural y abocada al entendimiento, con las limitaciones o desviaciones que debieran controlarse, pues en esta filosofía un sadomasoquista, por ejemplo, encontraría una mina de oro. Si a ello sumamos la Declaración Universal de Derechos Humanos, como marco o ley universal de conductas, estaremos en el camino del entendimiento. Cada religión en su casa y la laicidad en la de todos. Al menso eso es lo que yo pienso…
29 comentaris:
Esa imagen, ese título. "Esto lo ha escrito el amigo Antonio". Abro el blog y efectivamente, ahí estas. Conformando frases que bien sabes firmaría con los ojos cerrados. Estupendo post, amigo. Un fuerte abrazo.
Gracias guapísima, siempre es un placer contar con tu visita y comentario en este y en mi blog.
Besos
Antonio, pienso que pones en palabras lo que la mayoría piensa de forma difusa. Sí, la mayoría, no una mayoría sino en general la mayoría. Lo que ocurre es que es complicado vestir estas ideas, darles una forma, generalmente articulamos parte del discurso, como si organizáramos solamente el el titular. Entras en la letra menuda que responde a la idea de la mayoría.
Tema siempre oportuno porque la espiritualidad siempre está al lado nuestro, pero ahora, con la visita papal más. Hay tantas cosas para plantearse, han sido tantas las fotos: los gays besándose ante el papa, provocación justificadísima pues esa libertad se convierte en una condena; las monjas fregando el altar diez minutos antes de que el papa reconociera la libertad de la mujer para trabajar (¿fregando?). Estas fotografías vuelven a poner el tema encima de la mesa, y nos han impactado vivamente. Porque sabemos de que va la película pero ahora nos la han puesto ante nuestros ojos sin disfraces. Lo vemos tan claro, tanto... aunque la mayoría no lo hayamos puesto por escrito con tanta claridad como tú.
Este es el quid de la cuestión: el laicismo, pintado como fuente de todos los males, mientras todos lo vemos como fuente de todas las virtudes. ¿Estamos equivocados? ¿O son ellos que nos quieren engañar?
Contrapones intelecto a religión y ese es el gran acierto de tu artículo. Normalmente se contrapone religión a libertad, tú también lo haces luego, pero lo esencial, lo primero, es ocntraponer religión e intelecto. Ese es el gran acierto. La libertad se deriva del intelecto, y por eso el intelecto va primero.
Si religión se contrapone a intelecto, todo lo demás serán desviaciones. Y esas desviaciones también las enumeras: religión como herramienta (creación humana) para justificar un determinado poder, es decir, para servirse de ella con el fin de dominar el mundo a voluntad. O religión como secuestro de aquello más íntimo que forma parte de nosotros y nuestro entorno: la naturaleza, por ejemplo, o nuestra libertad. Religión también como secuestro de nuestra espiritualidad. De esta forma la antítesis entre religión y espiritualidad adquiere todo su sentido. Y yo añado: la religión, por tanto, secuestra aquello que predica. Vaya paradoja...
Finalmente, la religión se opone también a convivencia... Claro: si la religión enfrenta comunidades y no sirve para limar asperezas, aquella religión que no lleva o facilite la convivencia, no es útil, y por tanto no es buena. O al menos no es bueno articular la sociedad entorno suyo. Por eso tiene tanto sentido la apuesta por la laicidad.
Coincido, ya sabes. Y apuesto claramente por ese modelo, el único que nos sirve en la actualidad. El del respeto y la complicidad. Un abrazo.
Llevamos siglos de lucha para, desde el respeto, conseguir que una religión (cualquiera) no convierta en una fe de un estado.
Observemos el panorama: desastroso.
En los países islámicos, ya la palabra los define; teocracias.
En occidente el catolicismo y el puritanismo, que no es moco de pavo, tratan de imponer conceptos morales: Polonía, EEUU. Irlanda España e Italia son los peores ejemplos ejemplos de interferencia religiosa en la administración de la cosa pública.
Israel: nació como un estado socializante y hoy está cada vez más cerca de la ortodoxía bíblica teocrátrica. Hasta el extremo de que se plantea si debe ser un referente a la hora de gobernar.
Palestina: la mitad de la población en manos de los fundamentalistas de Hamás que persiguen a las mujeres y a los homosexuales.
Y podría poner muchos más ejemplos. Lo dicho, desolador.
saludos
El camino es largo y se recorre despacio. Y sin duda hay graves problemas. La religión sigue influyendo de forma notable en las relaciones terrenales.
Sin embargo, no soy tan pesimista si vemos la historia. Que la religión católica tiene influencia sin duda, pero miremos hacia atrás. Y así podríamos hacer con las demás religiones y los demás países. Es verdad, que el proceso es muy lento, pero el laicismo avanza, con altibajos, a través del tiempo.
El gran problema no es dios, tú lo has dicho muy bien, sino cómo bajo su pretendido halo se recogen las normas que constituyen la religión. Y ahí entra el afán de poder, de dominar. Todas las religiones, al pretender ser la única auténtica, son totalitarias y sectarias. Y lo grave es que no es posible la discusión con alguien religioso, porque te estrellas con algo tan irracional como la fe, que es donde se apoya todos sus racionamientos.
Salud y República
Antonio,
como siempre, tu discurso lo comparto absolutamente, entre tú y yo nuestras conversaciones filosófico-existenciales serían aburridísimas, pues no creo que discrepáramos en nada, nos sentaríamos en un terracita tomando unos vinos y observando a la gente intentando vernos reflejados en sus maneras, riéndonos de nosotros mismos.
Pero vayamos al tema que expones.
Hablar de Dios, y siendo una visión siempre muy personal, es crearlo desde la sabiduría pero subsiste gracias a los insensatos.
Entiendo que en los albores de una civilización evolucionada se formara tal ente que gobernara nuestras conciencias, pero espero que algún día esa idea nos parezca infantilmente conmovedora y se transforme en cuentos para niños.
De momento, la oración seguirá viva para aquellos humanos que por sí mismos no pueden tener ideas.
Que hayas introducido a Nietzsche me sugiere terminar mi comentario con uno de sus aforismos sobre la religión: "Hubo un tiempo en el que el espíritu fue Dios, luego se hizo hombre y, por último plebe".
Así habló Zaratustra.
Ramón, he elegido este tema, entre otros muchos de interés general, por estar en el candelero a raíz de la visita papal y su ataque al laicismo irresponsablemente. Este señor ha pasado de la presunta infabilidad del papa, a la manifiesta irresponsabilidad papal, con alusiones al pasado preguerra civil y comparando situaciones donde solo desde el desconocimiento más absoluto tendrían cabida en un discurso.
Tu aportación enriquece mis ideas y las completa… de eso se trata. Dejas en evidencia las contradicciones de una religión que se niega a reconocer la mayor… El mundo está cambiando a pasos agigantados y su pluralidad solo cabe en una concepción laica del Estado. Pero, como digo, cuando la religión siente que puede ser aparatada de las esferas del poder y la toma de decisiones, acaba luchando como gato panza arriba para mantener sus prebendas e influencia. Es carente del dinamismo capaz de asimilar las evoluciones, como ha demostrado a lo largo de la historia y se sustenta en dogmas de fe, difícilmente modificables sin entrar en crisis. Por tanto, solo desde el anacronismo de sus planteamientos se siente segura, hasta tal punto que su propia simbología y sus rituales se anclan en tiempos pretéritos trasnochados.
La cuestión es que las religiones han de ver al laicismo como la solución y no como el problema. En un mundo como este, donde el intelecto es la base del desarrollo, en tanto es imprescindible para evolucionar en el conocimiento, negar el derecho a discrepar y creerse en posesión de la verdad absoluta, me parece, cuando menos, una insensatez pues es negar la capacidad de pensar que tienen los demás.
Concluyo con lo que digo: Cada religión en su casa y los principios de la laicidad en la de todos.
Un abrazo
Es cierto, Txema. Las religiones han pretendido siempre, como digo, estructurar el sostén del Estado, lo que ha llevado a conflictos. Pero eso en otros tiempos era más sostenible, en tanto los estados eran sistemas más cerrados. Cuando la tecnología y el desarrollo ha saltado fronteras, con los movimientos migratorios, la economía globalizada, la intercomunicación y un amplio etc, más, es absurdo pensar que esa influencia pueda mantenerse, si bien ellos no renuncian a ello y, desde sus convicciones, siguen empeñados en que su moral y ética es la única válida y debe ser impuesta al mundo civil de todos los demás.
La historia es desoladora en este sentido, pero los tiempos cambian, la gente y la sociedades acompañan o motorizan el cambio y muchos de los propios creyentes se adhieren a la idea de que la religión se ha d vivir desde la convicción y no desde la imposición, respetando los derechos de los demás y separando el Estado de la Iglesia. Algo es algo, aunque su jerarquía se agarre al sillón del poder…
Saludos
Para mí, amigo Rafa, sería necesario una revolución francesa en todos los países donde la religión sigue manteniendo su influencia excluyente, dictatorial y teocrática. En occidente uno de los acontecimientos más trascendentes, significativos y determinantes fue la ideología de esa revolución. Como bien dices, el gran problema nos es dios, sino el hombre que quiere instrumentalizar la idea de dios para obtener el beneficio del poder y dictar en su nombre.
Saludos
Jordi, no creo. Me da la sensación que, incluso, en el acuerdo hay interés argumental, pues la reafirmación y contrastación de opinión también es necesaria. Si yo pienso en un sentido y tú confirmas tu asentimiento entenderé que me refuerzo en esa idea, dependiendo, indudablemente, del reconocimiento que tenga a tu autoridad en el tema.
Me gusta el símil de los albores de las civilizaciones y el cuento para niños. Es verdad, parece que quieran seguir manteniéndonos como niños… “Dejad que los niños se acerquen a mí…”, “Debéis ser como niños…” y otros muchas lindezas. Por lo que se ve, a las religiones, les gustan mucho los niños… sobre todo a determinados padres cargados de morbosidad en su expresión sexual. El niño es sumiso, obediente y seguidor del padre o adulto, es una excelente oveja en el rebaño del señor, desde su propia ignorancia…
Personalmente, reconozco, que no tengo muy claro el concepto de espíritu, aunque me preocupa la espiritualidad en su definición más práctica, fundamentada y racional. Creo que merece una reflexión específica. Posiblemente esa transición del espíritu, entendido como el conocimiento, desde Dios a la plebe sea un ejemplo de lo que está pasando y hacia dónde vamos…Pero entonces colegiré que a Dios se llega a través del conocimiento y no de la fe, como dicen los que no quieren llevar el conocimiento al pueblo. De ahí su encapsulamiento dogmático resistente a la argumentación lógica.
Un abrazo
Antonio, muy interesante tu reflexión. Ya los griegos establecieron la separación entre el mito y la ciencia, es decir entre religión e intelecto.
Desde mi punto de vista, totalmente imbuída por el pensamiento de Nietzsche en estos aspectos, debo decir que se establece cierta suerte de dialéctica entre lo que llamamos espítiru (el "daemon") y la razón pura. El tratamiento del tema sería sumamente largo y cuestionaría tanto el concepto de religión (cualquiera), como buena parte de la filosofía occidental.
Porque tras llegar a los postulados nietzscheanos del "Dios ha muerto" (porque el hombre que lo creó lo ha matado igualmente), hasta el cientificismo relativismo actual hay un abismo, además de una advertencia. Pues Nietzsche era un vitalista en toda regla e intuyó, o vio que el sistema capitalista, el denominado "progreso", en concreto, de llevarse a cabo y avanzar sólo podría hacerlo matando a Dios. En eso se han amparado muchos dominadores.
Bueno, tampoco voy a hacer un discurso. Desde el punto en que nos encontramos, la Iglesia católica me parece uno de los poderes con más capacidad de control de los existenetes. Así, pues separación del Estado y la Iglesia, ya. Cada cual que crea o se refugie en y donde quiera.
Pero el Estado, si es que tiene que existir, debe ser laico.
Un abrazo
Me encantó este post.
Yo tengo mi opinion formada, pero no soy muy ducha escribiendo palabras, y por eso las leo.
Y comparto lo de decís.
Antonio, me siento muy identificada con lo que escribes pero para mí, judía agnóstica que vive en el Estado de Israel, el tema es mucho más complejo. Por un lado crecí en un país laico, hermoso; Uruguay, que protege y defiende soberanamente todas las religiones. Y me vine a vivir a un país donde la religión domina gran parte del vivir diario (lamentablemente). Me siento perteneciente al pueblo judío más que a la religión judía. Y considero que el hecho de vivir en un país "para judíos" es, por defecto, una forma antidemocrática de establecer igualdad. Sin embargo, a diario me pregunto, qué sería de nosotros de no contar con éste país, si declarásemos abiertamente que es un país laico. Porque la historia ha demostrado que en base a nuestra religión, que nos define como pueblo, hemos sido perseguidos y el día de mañana, si no tenemos este país, puede que nuevamente nos persigan. De la misma manera que otros pueblos tienen derecho a su tierra. Es un tema del que discuto a diario con gente aquí y algo que me remueve las tripas por mis ideas por un lado y la amarga realidad por otro. En cuanto a valores comparto totalmente tu entrada, en la realidad - que siempre es otra cosa - yo me cuestiono muchas muchas veces si algo así es posible para nosotros...
Excelente entrada.Un gran abrazo,
Ataulfa, me parece muy interesante y docta tu aportación, que complementa la mía, y tu alusión a Nietzsche. Hay muchas cosas de sus planteamientos que dejan claro esa relación del hombre con la idea de Dios. A mí me gusta especialmente la afirmación de que el hombre hizo a Dios a su imagen y semejanza y no al revés, como se nos quiere hacer creer. De esta forma la idea de Dios se convierte en un instrumento al servicio de los intereses del hombre, o mejor dicho, de los grupos de poder que lo promulgan.
Es posible y necesario que la idea de Dios haya que matarla, o en su defecto cambiarla, que viene a ser lo mismo, para salir del corsé que establecieron con su creación, pues está obsoleto y no encaja en una nueva dimensión social de libertad y desarrollo personal, donde el dogma no tiene cabida y se evoluciona desde el conocimiento de la ciencias y el desarrollo de las personas individualmente como miembro de un grupo o sistema abierto en interacción consigo mismo y con el entorno.
Creo que, al igual que la idea de Dios ha de ser cambiada, la idea y desarrollo del Estado también. El estado ha de pasar de ser un ente superior, que se sirva de los ciudadanos para perpetuar el poder de los de siempre, a convertirse en representante y servidor del ciudadano soberano, para velar, justamente, por sus intereses como colectivo y no como defensor de los intereses de los grupos dominantes.
Un abrazo
Gracias, Nina. Las palabras son la vía principal de entendimiento entre la gente para hacer de este mundo un sistema más abierto y coherente.
Un saludo
Maia, la complejidad de la historia del pueblo judío es irrefutable. Somos lo que somos por lo que fuimos. Pero los esquemas que la historia nos deja, en función de las experiencias habidas, con sus miedos y reticencias, no deberían condicionar tanto el funcionamiento actual. Claro que el entorno, los posicionamientos de la vecindad y la actitud paranoide de los dirigentes acaban rompiendo cualquier forma de entendimiento, mientras los fanatismos, integrismos e intolerancia no dejen la puerta abierta al entendimiento entre los pueblos. Alguien gana siempre con los conflictos y habría que preguntarse quién…
Por otra parte, cuando hoy día, la religión y sus dogmas, premisas, valores, etc dominan y gobiernan un pueblo, no es tan fácil escapar de los planteamientos clásicos que generaron los polvos que trajeron estos lodos. Por eso el laicismo debe imperar en lo político y social, dejando la religiosidad para vivirla desde la intimidad y el convencimiento personal. Al menos eso es lo que yo pienso.
Gracias y un abrazo
Maia, entiendo perfectamente tu preocupación que es la mía, referida a Israel.
Como soy medio judio, y agnóstico me imagino lo que tiene que ser vivir en un país en el que la religión cada vez está más presente en la vida pública de los ciudadanos. De ahí mi alusión expresa al estado "judío".
Ese es el problema, ¿es estado judío o estado de Israel, es laico y para todos o religioso y sólo para creyentes?
Fíjate que no hablamos de un estado islámico regido por una tiranía, sino de un país que tiene un parlamento, legalizados todos los partidos, y un parlamento.
¡Que terrible!
saludos
He leído el artículo con muchísima atención, asintiendo y sonriendo porque es el tipo de cosas que me gustaría decir a mi y están dichas con la inteligencia y la serenidad que yo no tengo.
A mi es que me ponen enferma y luego no razono ya. A mi ver al Papa hablando del laicismo agresivo me hace hervir la sangre. Los agrsivos no somos los laicos. Aunque en esos momentos yo si lo soy, jeje.
La defensa de un estado laico es algo que entienden y apoyan los fieles de muchas confesiones, es un pilar del respeto y es algo que apoya el sentido común, sobre todo por eso, por el derroche de sentido común y de respeto,muchas gracias, Antonio.
Un abrazo
Gracias, almalaire por tus palabras. No sabes como te entiendo en eso de ponerse enfermo con estas cosas y no razonar. A mi también me pasa a veces, aunque cada vez menos. Ando en ese ejercicio. No sé si lo conseguiré al final. No estoy dispuesto a que un papa-natas cualquiera me saque de quicio y pierda la razón. Suelo subirme en un helicóptero imaginario, volar por encima de las cosas y verlas desde la distancia… son más fáciles de entender y menos importantes de lo que parece, pero sobre todo, dejan de influirme más en mis emociones que son las que suelen bloquear la razón.
Por suerte cada vez más, los sujetos fieles pensantes, se percatan de la necesidad de se Estado laico como forma de convivencia social. Se ve que la razón y el discernimiento se va imponiendo más en las bases que en las jerarquía eclesiásticas.
Un abrazo afectuoso para ti.
Querido Antonio, me confieso sin ambajes en gran admiradora de tu prosa. Tienes,además de una pluma excepcional, la virtud de expresar de forma clara el pensamiento de muchos de nosotros.
Yo, como creo que sabes y así lo manifiesto en mi blog, soy por educación y quizás entorno, atea absoluta. Es difícil manifestarse así pero es tal y como pienso, quizás también, tal y como siento.
Por eso me ha interesado muchísimo tu entrada. El laicismo avanza, despacio, con altibajos. Pero avanza y es la solución única para que podamos convivir. Dejando en espacios privados lo que sólo puede ser privado y no incidiendo en los espacios compartidos y públicos.
Tu dices que de existir Dios sería laico. Yo diría (casi es la misma idea). Si Dios hubiera existido sería laico.
Gracias por tu entrada. Me ha gustado mucho y, por cierto, la he leído un par de veces.
Un abrazo
Ambages con g. Perdón
Querida Carmen, me satisface enormemente nuestra coincidencia, pues considerando el valor y la calidad de tu pensamiento dignifica y da consistencia a mi discurso.
Yo anduve un tiempo dudando en definirme ateo o agnóstico, pensé en el significado que tenían para mí ambas palabras y en el dominio o conocimiento que pudiera tener sobre la verdad, entendiendo esta como la certeza absoluta sobre algo determinado. Pensé que no es bueno negar absolutamente nada, salvo que se tenga constancia clara y convincente de su no existencia, para lo cual el primer paso es definir perfectamente el concepto o la idea y que se ajuste a una realidad evidente, valorando, a la vez, si se tiene o no todos los elementos argumentales y conocimientos concluyentes que sean precisos.
Me asaltó la duda sobre la existencia o no de Dios en tanto había muy diferentes formas de entenderlo, definirlo y conceptualizarlo. Tuve dudas ante el amplio abanico que se presenta sobre su descripción, llegando a asociarlo con: Energía cósmica inteligente, el orden que existe en el cosmos, la propia naturaleza y sus leyes como gestora de la vida y un amplio etc. que se desmarca de la definición tradicional del Dios judeo cristiano.
En todo caso me califico como ateo en lo referente al concepto de Dios que se entiende en nuestra cultura, pero no niego que, al igual que existe esa idea de Dios, puedan existir otras ideas que sí se ajuste a una verdad. Si me dicen que Dios es la propia naturaleza y sus leyes con todo lo que haya detrás de ella y que yo desconozco, me identificaré con la idea del agnosticismo, pues ni lo niego ni lo afirmo hasta que no se demuestre lo contrario. Este pensamiento es el que me sitúa en el marco del agnosticismo, nada más.
Por otro lado, mi propia actitud vital de no negar ni aceptar aquello que desconozco por carecer de argumentos sólidos para rebatirlo, me lleva a la misma conclusión.
Puede, pues, existir Dios, pero hasta ahora nadie me ha dado argumentos sólidos y razonables para creerlo. Si algún día me ponen sobre el tapete esos argumentos y descubro una idea de Dios que dé sentido a todo pero sin dogmas ni llamadas a la fe oscurantista en lo irracional y que abra el campo del pensamiento desde el respeto absoluto a mi libertad de discernir, tal vez, empiece a creer en algo que consolide y estructure esta realidad en la que vivimos.
Tengo muchas dudas, como ya sabes, muchas preguntas sin respuesta, soy un sujeto inconcluso, pero eso no me agobia pues entiendo que para comprender la verdad de la vida, si ello es posible, se ha de hacer desde la posición puntual que se tiene en cada momento, desde esa inconclusión en la que estamos. El proceso de razonamiento nos eleva el nivel de comprensión y nos sitúa en mejor disposición para entender más y diferentes cosas hasta concluirnos definitivamente, cosa poco probable. De ahí esa necesidad que planteo de seguir siempre adelante, perfeccionando el pensamiento y la razón, con mente abierta que sea capaz de beber de todas las fuentes evitando que nadie se otorgue la llave de su entrada salvo yo mismo, y siempre, desde las propia capacidades. Los grandes filósofos llegaron más lejos, pero es que tenían un nivel más elevado de comprensión.
Pero volviendo al tema, esa libertad sin trabas ni dogmatismo para creer según mi propio estadio evolutivo mental solo me lo proporciona el respeto que me otorga el laicismo.
Un beso y perdona la perorata
El problema con los creyentes es que aunque respetemos sus creencias, la religión en absoluto respeta las creencias o ideas ajenas.
Si tomamos como ejemplo la religión católica y analizamos algunos de sus dogmas podemos entender como se instrumentalizan para justificar lo injustificable.
Para la religión católica todos nacemos con el pecado original. Si no nos bautizamos estamos condenados a ser torturados sin fin. Esta vida por tanto, no es la importante, sino "la otra" que dura muchísimo mas.
Así pues, no nos extrañemos que se tomen la molestia de juzgar y "convertir" a los no creyentes aunque sea a fuerza de inquisición, pues en realidad "nos están haciendo un favor" que los no creyentes no sabemos apreciar y por lo que seremos castigados a las llamas del infierno, por semejante desplante.
Esta perversión ideológica permite convertir las mayores atrocidades en nombre de Dios y la religión, en obras de caridad. Las víctimas se convierten así, de un plumazo en culpables irredentos. El genocidio es lo que espera a los no creyentes, en esta vida o en "la otra".
Contra la religión sobran argumentos, porque no son los argumentos los que construyen el esqueleto de la religión, sino mas bién son el elemento que puede desestabilizarla y en último término destruirla. La religión nace para convertir la ignorancia en elemento de conocimiento trascendente, para justificar lo injustificable y permite obtener todas las respuestas por el expeditivo método de eliminar las preguntas inconvenientes. La religión no solo condena el laicismo sino al resto de religiones.
En cuanto a la idea de Dios, la "iluminación" llegó para mí en un lugar insospechado. Fue en la puerta de una letrina. Alguien había escrito:
"Dios ha muerto" Firmado: Nietzsche
Justo mas abajo, alguien intentaba refutar tal afirmación y escribía:
"Nietzsche ha muerto" Firmado Dios.
Pude entender por fin la idea de Dios, la Biblia, el Corán y todos los textos sagrados habidos y por haber:
Dios es una firma falsificada.
Camino eres tan concluyente y claro que no tengo nada que decir, salvo releer tu magistral escrito.
A mí me dan miedo muchos compatriotas religiosos, pues entiendo que son leales a su reino, el del papado, antes que al Estado. Y el Vaticano no es un reino democrático sino teocrático, lo que implica obediencia ciega a las leyes “divinas” que están por encima de las de los hombres. Entonce para qué un parlamento o constitución, pongamos el evangelios sobre la mesa e interprétenlo los doctos de la iglesia, amén…
La diferencia entre el Islam y nosotros es que nosotros pudimos relegar a las iglesias por la fuerza y a través de sus propias disidencias a un lugar menos preponderante y determinante, pero si pudieran sus jerarcas volvería a las andadas.
Un saludo
Aunque llego tarde, no me resisto a ponerte dos palabras;: "Impresionante artículo, Antonio".
Me gusta tu argumentación, tu apuesta por un hipotético Dios laico y tu defensa de los principios fundamentales de la ética.
Un abrazo y reitero: brillantísimo artículo.
Gracias Isabel. Creo, además, que ha quedado fortalecido por las aportaciones de los comentarios vertidos por los visitantes.
Un abrazo
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