EL DIA QUE PERDÍ LAS ELECCIONES

>> 14/3/10


Soy un completo fracaso para la política. Lo reconozco. En un principio, pensé que era una cuestión de tino y constancia para acertar el candidato oportuno. Pero la decepción llegaba pronto. "¡Hemos ganado las elecciones!". Rueda de prensa, fotos y declaraciones de victoria. Yo comprendía mi derrota. Podría haber sido diferente si alguien hubiera dicho alguna vez, por ejemplo: "Agradezco a todos haber elegido el proyecto que represento, pero esto no es una victoria, a nadie han vencido los votos. Entiendo que el poder de los votos significa ante todo responsabilidad y este poder no existe como fin en sí mismo, sino tan solo como un medio: realizar un servicio a la sociedad. Entiendo por tanto, que gobernar no es tanto el acto de mandar, sino el acto de servir. No estoy aquí para celebrar victorias sectoriales, sino para trabajar. Lamento decirles que este contrato con ustedes, en la forma que acabo de enunciar, no me obliga a la adulación ni al comedimiento hipócrita para volver a contar con su voto, no me comprometo a decirles otra cosa que la verdad de lo que pienso. Espero por tanto, que sean consecuentes con este contrato, y no olviden que me han elegido para servirles -y en ello pondré todo mi empeño- pero solo han delegado en mí, voluntad para gobernar, el poder les sigue perteneciendo, la capacidad para transformar la sociedad sigue en su manos."
Lo triste es que entiendo por qué nadie hace este discurso, estoy oyendo los abucheos cuando no he terminado de escribirlo.
Siempre fuí rehacio a delegar toda mi voluntad, ceder incluso la parte que me permite participar. Pero reconozco que lo mas cómodo es delegar toda muestra responsabilidad, aún a cambio de la voluntad personal, en los profesionales de la política. Incluso preguntaría ¿es realmente posible delegar toda nuestra voluntad, toda nuestra responsabilidad?.
Los que se acercan al poder suelen tomarlo a menudo por el asidero del privilegio, en el lado opuesto están la voluntad de servicio y la responsabilidad.
Asistimos, al borde de la arcada que precede al vómito, para ver como el lider de la oposición, el señor Quítese-usted-que-me-ponga-yo, no presenta otra alternativa política que la que lleva su nombre. Al señor Me-siento-responsable-pero-soy-optimista, presidente en funciones, lo veo superado por ese poder que hace y deshace al margen de los votos y de la democracia. Pero las matemáticas no son justas, son frías e implacables, aunque los errores sean heredados. El liberalismo juega a rechazar control fiscal si hay beneficios y a pedir intervencionismo si hay pérdidas, con la sartén por el mango en el secuestro de la democracia.
Los medios de comunicación nos ofrecen la imagen de un pais paralizado, esperando la recuperación de la confianza de los mercados, ese eufemismo que suena con cautivadora ingenuidad, mientras se extiende la sensación de fracaso y de impotencia, en una sociedad que tiende a deprimirse por momentos. Pero quien conoce la depresión, sabe que invierte nuestro potencial en derrotismo. No me acabo de conformar con ver este país con su nuevo nombre: Vote-usted-lo-que-quiera-pero-gana-la-banca.
¿Realmente no podemos hacer nada? ¿Solo esperar a que se consuman los recursos públicos en protecciones sociales, -algo muy loable en aras de la justicia, pero absolutamente suicida- para encontrarnos aceptando cualquier trabajo en cualquier condición como sugiere el presidente de la patronal?
Se ha "inyectado" dinero público a la banca. Pero no se han establecido garantias ni contraprestaciones. Se me ocurre que, si con la mitad de lo que cobra un parado se subvenciona la creación de un puesto de trabajo, durante un tiempo limitado y con las debidas contraprestaciones, como por ejemplo la devolución una parte de lo invertido, al estado o al propio trabajador en concepto de participación en la empresa, los costes del paro podrían reducirse a la mitad. Es una idea que tan solo pretende cumplir el cometido de acompañar toda crítica con una propuesta. De todas formas, puede servir para, de una forma mas general, mostrar que el apoyo público a la iniciativa privada debe buscar fórmulas de compensación. Necesitamos una garantía de justicia para no sentirnos burlados de nuevo. Porque es diferente sacrificarnos en aras del bien común, que ser sacrificados para mantener el estatus de los poderosos.
Estamos enfrentados a un desafío. El modelo económico actual no solo se ha mostrado injusto, sino también insostenible y tremendamente frágil. El futuro nos obliga a afrontar retos mucho mas serios que los de una burbuja inmobiliaria. Los efectos de la actividad económica sobre el medio ambiente, ese bien común que todos debiéramos entender como propio, están llevando a su agotamiento y al colapso de los ecosistemas. Las consecuencias para las economías locales y globales se presentan graves e inciertas. Optimismo no es auto-complacencia, debemos invertirlo en valentía y en imaginación.
El poder de transformar la sociedad nos sigue perteneciendo. La confusión puede ser un freno a la hora de ejercerlo, pero ¿y si todo fuese una simple alergia a la responsabilidad?

9 comentaris:

NINA 14 marzo, 2010  

No sufras, yo sufro de la misma alergia.
Está tan mal?

Saluti

Eastriver 14 marzo, 2010  

Excelente y vigoroso. Creo que es necesaria una meditación serena sobre el tema. Digo serena, quiero decir alejada de la tertulia radiofónica, tan mentirosa. Y de esta forma sí, de esta forma enfrentarnos a la realidad como tú lo haces.
El problema es efectivamente algo sistémico. Son las raíces las que fallan, son las columnas que sustentan el edificio las que se tambalean. La solución pasa por el criterio intelectual complejo y, por supuesto, por no temerle a las responsabilidades. Gran texto, Camino.

Camino a Gaia 14 marzo, 2010  

Es cierto que la responsabilidad de los poderosos es indiscutible, pero el motor del cambio está en los individuos. Estamos cayendo en derrotismos, cuando en circunstancias mucho mas adversas, la gente ha luchado y ha encontrado su forma de ser razonablemente feliz. La indolencia nos deja paralizados, como alguien dijo: "para que el mal se extienda es suficiente con que las personas buenas no hagan nada"

Antonio 15 marzo, 2010  

Amigo Camino, creo que hay algo que en el fondo lo condiciona todo. Eso es la propia constitución y las normas de funcionamiento del libre mercado. La banca siempre gana porque el sistema está hecho para ello, para que sea el dinero el valor prevalente sobre cualquier otra cosa, el motor del desarrollo y del progreso, entendido como el tener más en lugar de ser más. El poder lo otorga la posesión de aquello que necesitan los demás, a partir de aquí la banca siempre gana y la banca no es del pueblo sino de particulares, con ella dominan al político y a todo el que quiera ejercer el poder, pues todos necesitan el dinero para subsistir.
¿Cambiamos el sistema? El problema es el miedo al cambio, a la inseguridad que se genera y la comodidad relativa de saber donde estamos y que estamos mejor que otros…Para mejorar tendríamos que asumir la responsabilidad del cambio, pero como tú bien dices, posiblemente exista una alergia a esa responsabilidad o han sabido hacernos serviles y aborregados, cómodos y conformistas con lo que tenemos…
Excelente reflexión la tuya que comparto
Un abrazo

Isabel Martínez Barquero 15 marzo, 2010  

He disfrutado con esta entrada como hacía tiempo que no disfrutaba con una de corte político.

Coincido con esa concepción política, entendiendo la política como el arte de servir a los ciudadanos, de administrar los asuntos públicos y de atender las urgencias y demandas colectivas.

Coincido con una política que ahora no se concibe ni se pone en práctica, pues lo que impera es el marketing y los intereses de una casta que ha afilado sus uñas en esto de ganarse las habichuelas a costa de quienes los sostenemos. Son la feísima "clase política" actual, con la que así nos va.

Coincido con una política puesta al servicio de los intereses reales y efectivos de una comunidad.

Te felicito por la entrada y por esa visión que añora el noble arte de la política, el digno oficio del servicio a la comunidad.

Un abrazo fuerte, amigo lobo.

Camino a Gaia 15 marzo, 2010  

Hola Antonio, estoy de acuerdo con lo que dices sobre la constitución, propone un marco de libre mercado, pero también reconoce derechos fundamentales como el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, el derecho a la educación, el derecho a la sanidad o la igualdad ante la ley. No impide en absoluto la participación ni la generación de nuevas estructuras de producción. ¿Qué cosas podemos cambiar nosotros? Creo que muchas, pero debemos invertir el optimismo en valentía y en imaginación, en audacia si se quiere.

tula 15 marzo, 2010  

Cierto, el cambio es nuestro, así con el tiempo es posible que acceda al poder uno de nosotros y el principio de algo nuevo se geste.
un abrazo.

Txema 17 marzo, 2010  

Es una excelente reflexión que merecería una contestación con la categoría adecuada y que no creo ser capaz de dar. Haré sólo unos apuntes.

Hace unos años, cuando leí el libro de José Saramago "ensayo sobre la lucidez", llegué a una conclusión similar a la de Camino pero con un final, si preferís una deducción, diferente.

Creo que, pese a lo que pueda parecer, el motor del cambio no está ya en el individuo que de forma determinante ha sido fagocitado por el sistema que llamamos democracia.

Lo curioso es que, la propia democracia, se ha convertido en un fin en sí mismo y no en un medio para servir a la sociedad.

La democracia sólo es válida si se ejerce adecuadamente y no si se limita a unos cuantos derechos más o menos formales, entre los que están votar cada ciertos años.

Pero, el problema surge cuando nos planteamos cómo corregir esta situaucón.

Volvamos a Saramago e imaginemos una abstención del 90 por ciento. Ahora en Francia ha sido del 52%, y no parece que nadie le haya dado demasiada importancia, por ejemplo.

Pero vayamos a ese 90%. Lo más probable es que el sistema buscara inmediatamente a los responsables de esa actitud, en caso necesario los crearía, los presentaría ante la ciudadanía como enemigos de la democracia y los destruiria para restablecr el órden democrático.

Por lo tanto, no parece sencillo que el individuo, incluso aunque adopte las medidas más radicales pueda en realdiad luchar contra lo que se ha institucionalizado.

Al final todos estamos un poco como en México donde gobernó años y años un partido con un nombre tan contradictorio como Revolucionario Institucional. Ahí está el problema, creo yo.

saludos y perdón por la extensión, pero es que el asunto me apasiona.

Camino a Gaia 17 marzo, 2010  

Isabel, como bien dices, es el servicio a la comunidad el que debería imperar en el noble arte de la política. Pero no es así. Por otro lado tenemos, al cuarto poder, lo medios de comunicación, cada vez menos independientes y mas manipuladores.
Me alegra mucho que te haya gustado la entrada.
Un abrazo

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