DESIERTO

>> 25/12/09



I


Extraña.
Extranjera.
Su voz, su acento diferente,
su estatura y su sonrisa,
su sentido del humor
y hasta sus pobres y no rebuscadas emociones.

Allí, existen normas propias.
No es la ley de los humanos.
No es la ley de la misma aventura en la vida.
Allí, el nativo engríe la cabeza,
alza murallas de hermetismo
y sólo se acompaña de la mirada cómplice del igual.

Dejó el azul para llegar al gris,
abandonó la gloria por la tierra,
abatió sus alas por un amor inconstante.
Pero tanta renuncia la enseñó.
Ha aprendido lo que hubiera deseado que nunca fuera cierto.
Ha gustado la hiel más ácida
de las palabras que debieran estar prohibidas,
y, con sólo insinuarlas sus labios inocentes,
el alma vuelve a partírsele, como un hueso débil,
en los abruptos acantilados de sus perfiles sonoros.

Ojalá dé,
dé, a partir de ahora, a sus días otro rumbo
hacia un lugar más amable y sereno.
Su corazón no aguanta ya tanta indiferencia, tanto cinismo.

II

Un nuevo año sobre el paisaje yermo.
Un escalofrío que presagia la soledad que aún queda
hasta arribar a una orilla que no esquive el alma.
No está hundida.
Flota en la irrealidad de lo perplejo,
bucea en la lágrima que asoma sin permiso,
en el torrente que se precipita más allá de la palabra.
Y no encuentra explicaciones racionales a tanto abandono,
sólo un pinchazo agudo en el mismo centro del corazón
y un ahogo continuo que la vacía de vida.

Ningún pecado merece un castigo tan cruel.

III

No quiere hablar hoy,
pero el dolor grita desde sus ojos
y vocea hasta en el más imperceptible de sus gestos.

¿Qué añadirían las palabras?
Las palabras... Tantas veces prisioneras
del sentido común,
normalmente veladoras del auténtico estado del alma,
hoy nombrarían el río que erosiona su tierra
y contarían que su ama ha alcanzado la cima
del entendimiento, de la madurez oscura,
la más alta cumbre del saber,
de un saber sobre lo humano que espanta y atenaza.

¿Para qué hablar?
¿Para decir que no existen los absolutos?
¿Para morder entre los labios la desesperación?
¿Para olvidar el continuo sentimiento
que incendia en sus entrañas el olvido de los otros?
¿Acaso para que la muerte suene entre las ondas?

IV

Legiones melancólicas pasean por sus sienes.
Aturdida ante el espanto,
ante el descubrimiento involuntario de la verdad
última y terrible de cualquier corazón,
no desea dar crédito a tanta aridez.

Sola, brama lo imposible,
como el accidente no deseado de la vida,
la curva mortal del espejo de los otros,
la ausencia absoluta de un pensamiento solidario,
el trapecio sin red de las relaciones humanas
o el destino del frío en la definitiva estación de un individuo.

Al final, son indiferentes los días o las noches,
las luces o las sombras.
No importa ninguna voz,
ya que ninguna se ofrece
en concordancia con los interiores que las animan.
No importa ninguna mirada, ningún gesto.

Todo lo que llega de fuera,
de los otros compañeros de especie y de aventura,
no es más que máscara,
una comedia de sinceridades
siempre dispuestas a la traición,
siempre sensibles a los equívocos.

Recoge de los demás lo que de sí misma extrae:
vanos intentos de cercanía,
soledad profunda en un camino no señalizado,
desamparo infantil en las laderas del ego...
Múltiples sensaciones que todos sienten y ninguno nombra.

Al menos, le queda el consuelo de imaginar
que cuando llegue la nada tal vez se extinga el sufrimiento.

V

Pasea, con extrema lentitud,
por los jardines oscuros del conocimiento.
Cualquier hallazgo que hace es desolador,
y lo celebra con júbilo,
consciente de que lo que no la mate, la hará más fuerte.

Hubiera querido no saber tanto del alma humana.
Hubiera optado por mantener su ingenuidad impoluta.
Pero debe ser que el ejercicio del vivir a todos precipita,
más tarde o más temprano, en el volcán solitario,
en el estallido impúdico del sufrimiento feroz.

VI

Ahora, desde que amanece con la incomprensión,
desde que se acuesta con la soledad no elegida,
ha aprendido a nombrar muchas cosas,
ha crecido en la duda secreta
y, sobre todo, ha experimentado en plural
el sabor de un vocablo antiguo: traiciones.

Traiciones, muros que los otros elevan
para aislar las diferencias,
espadas que los demás le hunden
para salvar sus dignidades de casta.
Todo en nombre del honor,
como si hubieran olvidado lo único importante,
el cemento que liga a los humanos,
algo tan sencillo que se alza sobre cualquier diferencia:
ser compañeros del oficio que jamás se aprende,
del camino sobre el que no existen mapas,
del artefacto sobre el que no se han editado libros de instrucciones,
del pasar del tiempo, de la vida.

Ahora, que no conoce lo que ama,
que no sabe lo que siente,
se ha vuelto sabia en valores
y sólo anhela las palabras imprescindibles
para mencionar algo realmente conmovedor,
para decir, por ejemplo: mar o cielo.

Ahora, se esconde en las cosas sencillas
para que sus semejantes no la encuentren,
para que sus iguales no laceren su turbada calma.

18 comentaris:

Laura 25 diciembre, 2009  

Por mucho que la estrella se esconda detras de la nube, estará en el mismo lugar con su fulgor alumbrando el todo ó la nada, con conciencia clara, nítida.

Y no será posible la vuelta al pasado porque habrá aprendido del sufrimiento y lo habrá traspasado.

Un beso querida amiga del alma

Isabel Martínez Barquero 25 diciembre, 2009  

Hay tanta gente sufriendo a nuestro alrededor, amiga Laura. Sólo porque los miramos de forma distinta, porque nos ponemos en guardia frente a ellos, porque no entendemos sus formas de expresión.

Ojalá aprendan y aprendamos todos a traspasar el sufrimiento.

Un abrazo muy fuerte y gracias por tu comentario.

Eastriver 25 diciembre, 2009  

Me encanta. Te diré que el fragmento más conseguido es, para mí, el IV. Me gustan todos pero el IV es seguramente el más desnudo, el más tenuemente narrativo. Como un canto. Francamente muy conseguido. Te escribo ahora mismo a tú correo para comentarte otra cosa que no quiero comentar aquí. Un abrazo y gracias. Petons (sí, sí... lo dijiste bien, jeje).

mariajesusparadela 26 diciembre, 2009  

Precioso, Isabel, pero, no esperaba menos.

Isabel Martínez Barquero 26 diciembre, 2009  

¡Ay, María Jesús, qué generosa eres siempre!
Un nuevo aullido frente a la incomprensión.
Un beso.

Jordi Pascual Morant 26 diciembre, 2009  

Isabel,
Cómo no podemos creer en el ser humano cuando se entrega a la reflexión con intención de saber y comprender. De los errores, los propios y ajenos, crecemos confiando en mejorar. Para mí no hay más que dolor y placer en ésta vida, juntos van moldeando nuestra conciencia, a ambos espero impaciente. Decepcionarse sólo muestra lo caprichosos que podemos llegar a ser.
Te felicito por tu valiente reflexión. Por creer en las palabras que construyen poemas, metáforas que sustituyen a las espadas y las lágrimas.
Tu desierto me lleva a un frondoso oasis.

Isabel Martínez Barquero 26 diciembre, 2009  

Gracias, Jordi. La vida es eso: placer y dolor. Bien lo sabemos los que tenemos algunos años.

Contra el desierto, agua, mucha agua fresca y limpia, como la paradoja de esa foto frente a la aridez del desierto.

Besos, amigo.

Felipe Medina 26 diciembre, 2009  

Precioso poema calado de compromiso
Saludos

Isabel Martínez Barquero 26 diciembre, 2009  

Nos calaremos todos con gusto, amigo Felipe.

Gracias por tu comentario, comprometido.

Ciberculturalia 26 diciembre, 2009  

Muy bello poema, querida Isabel. Bello y comprometido.
Un abrazo

Isabel Martínez Barquero 26 diciembre, 2009  

Gracias, Carmen. Comprometido, como tú lo eres con todo lo que nos atañe.
Un beso.

@SusVersiva 26 diciembre, 2009  

Me ha gustado muchísimo. Varios de los versos los considero aciertos de aquellos que podrían definir lo que se atranca en la impotencia. Te felicito y te mando un gran abrazo.

Isabel Martínez Barquero 27 diciembre, 2009  

Gracias, querida Susana. Me alienta tu comentario y, al unísono contigo, aúllo.

m.eugènia creus-piqué 27 diciembre, 2009  

Hola, llego a tí de la mano de Susana, es perfecto el poema, espero continuar en contacto contigo, me gusta como escribes.Petons.

Isabel Martínez Barquero 27 diciembre, 2009  

María Eugenia, gracias por llegar a esta casa común y gracias por tus palabras.
Ven cuantas veces quieras, que siempre serás bien recibida.
Un abrazo muy fuerte.

PÁJARO DE CHINA 29 diciembre, 2009  

La sensibilidad de Isabel es un bálsamo, una caricia en horas de tormenta.

Isabel Martínez Barquero 29 diciembre, 2009  

Mariel, muchísimas gracias por tu bello comentario. Un beso.

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